jueves, 8 de julio de 2010

Tema 6 - segunda sesion: DON BOSCO, HOMBRE DE IGLESIA


NOSOTROS, LOS COOPERADORES, EN LA IGLESIA DE HOY
Hemos reflexionado un poco, en la primera parte, sobre la Iglesia de los tiempos de Don Bosco y sobre como él se situó ante la realidad de esa Iglesia.
Ahora hemos de dar un paso más: nosotros también vivimos en una iglesia concreta y también debemos ver cómo nos estamos situando ante esa Iglesia, cómo estamos entendiendo nuestro "ser Iglesia" y cómo lo estamos viviendo.

Un acontecimiento fundamental
Si hoy nos preguntamos por las líneas eclesiológicas que configuran la Iglesia de nuestros días, será imposible no hacer referencia al Concilio Vaticano II.
El Papa Juan XXIII, considerado por muchos como un gran profeta del siglo XX, percibió con claridad la situación de alejamiento que se estaba dando entre el mundo y la Iglesia. Esta percepción "rezada" le llevó al convencimiento de la necesidad de que la Iglesia se reuniera en Concilio y reflexionara, con calma y profundidad, a qué era debida esta situación de ruptura entre la iglesia y el mundo... La iglesia se puso a reflexionar con seriedad sobre su identidad (quién era) y su misión (para qué y para quién era).

Y, después de esta lenta y profunda reflexión, la Iglesia ha querido recordar algunos rasgos fundamentales de su identidad y de su
misión:

Un primer rasgo fundamental es la radical igualdad y dignidad de todos los cristianos
por el hecho de recibir el mismo y único Bautismo. La Iglesia del Vaticano 11
rechaza todas las teorías que hablaban, por así decirlo, de "cristianos de primera
división y cristianos de segunda división". Todos somos iguales en virtud del Bautismo;
sólo que cada uno, después, concreta su vocación bautismal en específicas y
diversas vocaciones...; para seguir a Jesucristo no es necesario hacerse sacerdote,
religioso o religiosa. Cualquier cristiano, desde su realidad concreta, puede ser un
buen seguidor de Jesús.
  • Un segundo rasgo: el Concilio define a la Iglesia como Pueblo de Dios. Por lo tanto, la Iglesia no es sólo una Jerarquía, aunque sí cuente con personas encargadas de "gobernar- animar" a todo el pueblo. La Iglesia no es una pirámide; es un pueblo, y en este pueblo hay diversas funciones, pero todas importantes e igualmente dignas.
  • La Iglesia del Concilio insiste en la comunión, como rasgo fundamental del Pueblo de Dios...
  • En cuanto a la misión, el Concilio habla de que la iglesia es la "servidora del mundo". Fue Pablo VI quien acuñó esa hermosa frase de "Iglesia, sierva de la humanidad". La salvación de Dios se da en el mundo y por eso la Iglesia, "sacra- mento universal de salvación", está en medio del mundo y trabaja por hacer de ese mundo el Reino de Dios para todos los hombres.
Nuestra fidelidad y amor a la Iglesia
Nosotros, como Cooperadores, estamos llamados a ser fieles a esta Iglesia del Vaticano II. Don Bosco, hay, nos pide que apostemos por la Iglesia de nuestros tiempos.
Debemos rescatar la idea y la convicción de una Iglesia que es, como comunidad, manifestación de la acción salvadora de Jesús. Recuperar el valor de la Palabra en nuestra vida, en nuestro ambiente, en nuestra familia. Descubrir la liturgia, como momento fuerte y compro metedor, en la celebración del misterio.
En nuestras Iglesias locales, hemos de encontrar el modo de vivir, de forma concreta, el misterio de la Iglesia universal. Las Iglesias locales nos permiten, a los laicos adultos en la fe, participar en igualdad de responsabilidad con los Pastores y los religiosos, respetando el "color" concreto de cada vocación; pero siendo conscientes de que la misión por el Reino nos compete a todos y de que la llamada a la santidad es también una llamada para todos y cada uno.

Es tarea nuestra recuperar la dimensión misionera de la comunidad. El mundo se nos presenta como un lugar de salvación; por tanto, no debemos pensar en un espacio donde actúa la salvación, que llamaríamos Iglesia, y en otro marcado por el pecado, al que llamaríamos mundo secular... La Iglesia no está frente al mundo, sino en el corazón del mismo, compartiendo su suerte, caminando hacia la misma vocación: el Reino. "De esta manera, la Iglesia avanza junto con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo y su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad" (GS 40). Las "misiones" serán, entonces, simplemente la avanzadilla de una Iglesia que se sabe toda ella "misionera". La Iglesia debe sentirse "servidora del mundo" para que, ya en nuestro mundo, se comience a construir el Reino de Dios.