jueves, 8 de julio de 2010

Tema 7 - primera sesion: DON BOSCO CON DIOS


Si la fe de un cristiano no tiene sentido sin una "relación" fuerte y constante con Dios ("religión"), la existencia de Don Bosco y su fecunda obra no podrían explicarse sin la presencia de Dios en su vida. Así pues, con este tema, queremos aproximarnos a la intimidad con el Señor de nuestro Padre, ver su capacidad de oración y su unión constante con El, la fecundidad que la vivencia espiritual de este "Maestro de vida" ha supuesto para todos nosotros, qué tipo de espiritualidad nos ha dejado, quiénes han influido en esta rica herencia, qué supone hoy para nuestra vida de acción y de trabajo, de presencia en el mundo y entre los jóvenes; qué facetas son más urgentes, ahora, en nuestra situación concreta, etc.
Como para Juan Bosco, María constituye una realidad y una dimensión constante en la vida de la Iglesia, de la Familia Salesiana y del Cooperador. Por eso, se tratará este punto de manera unitaria, aunque en otros temas haya ya numerosas referencias.
El tema pretende, dada su importancia, llegar a motivar, en quien se prepara a ser Cooperador, una verdadera reacción vital. Si la "santidad", a la que nos invita el PVA en el art. 50, no es más que "crecer en la fe y en el amor", el tema de la espiritualidad y de las relaciones con Dios ha de centrar, a estas alturas de la Etapa, una síntesis segura en cada "proyecto personal de vida".

Qué es y qué se entiende por "espiritualidad"
"Espiritualidad" es una realidad y una palabra compleja. En términos generales, se puede afirmar que no se trata de un aspecto más de la vida, sino que toda la existencia se vive desde una perspectiva y una opción concreta, según los dinamismos infundidos por Dios en nuestros corazones con el Bautismo. En el fondo, es "el modo de ser cristiano, el modo que cada uno de nosotros tiene de vivir como hijo de Dios".

Es, también, una "gracia", una "propuesta" y un "camino" de vida en Dios:
  • mediante la fe, que lo descubre en los acontecimientos y en las personas;
  • mediante la esperanza, que rastrea sus pasos en la historia y aguarda el encuentrodefinitivo con El;
  • mediante la caridad, que lo busca y se adhiere continuamente a su voluntad, a su "proyecto".
Se puede afirmar que toda "espiritualidad" está condicionada por el tiempo, la cultura y
lasa circunstancias en las que se desarrolla. En la raíz de la espiritualidad de cada cristiano y, sobre todo, en la de cada Santo, de cada Fundador, hay un elemento que caracteriza, de modo especial, esa espiritualidad concreta. Por ejemplo, en Felipe Neri, "el gozo de saberse hijos de Dios"; en Ignacio de Loyola, la convicción de ser "un soldado", un "servidor" de Jesucristo y de la Iglesia; en José B. Cottolengo, "el abandono total en la divina Providencia"; en Francisco de Asís, "la pobreza y la sencillez", etc.

Lo peculiar en la espiritualidad de Don Bosco
El elemento más específico que, - a través de su vocación, vida, obra y enseñanzas -, descubrimos en la raíz de la espiritualidad de Juan Bosco es el amor personalizado -
grande, intenso e incesante - a los jóvenes. Un amor que brota de su amor profundo y recio a Dios. Tan compenetrados están estos dos aspectos en su vida, que repetía con insistencia: "El amor a Dios nos ayuda a amar a los jóvenes; y el amor a los jóvenes nos impulsa a amar a Dios". Los dos se funden, en él, en una sola cosa. Repite una y otra vez: "Entre las cosas divinas, la más divina es cooperar con Dios en la salvación de las almas". Es la conclusión lógica de su amor a
Dios y al prójimo.

La "caridad pastoral", elemento primordial
Estos dos amores van a ser la fuente y el centro de su espiritualidad, lo que hoy llamamos "caridad pastoral". Pero con un matiz muy claro, hasta el punto de poder definirla como "caridad pedagógica", es decir, un amor que establece relaciones educativas, que se acerca al joven, a la persona, para ayudarle a abrirse, a descubrir la riqueza y el valor de la vida, a crecer...
Es una caridad que vuelca sus preferencias en los humildes, en quienes tienen mayores
dificultades, en los miembros de las clases populares.
Así pues, se puede afirmar que Don Bosco alcanza y realiza su santidad en la educación,
como "santidad educativa"'.

Características de su espiritualidad
En la espiritualidad de Don Bosco podemos descubrir:
  • unas raíces populares: valora los elementos evangélicos de los que la gente sencilla de su tiempo es portadora;
  • el influjo de su madre, Mamá Margarita;
  • un tipo de relaciones-con Dios, llenas de sencillez y hondura;
  • una confianza total en Dios Padre y el abandono en su Providencia;
  • un amor intenso y total a Dios, a Jesucristo y, en Él, al prójimo;
  • una fuerte y tierna relación con Jesús-Eucaristía;
  • un sentido real y concreto del pecado como ofensa a Dios y, por consiguiente, de la lucha sin cuartel contra el mismo, así como del valor y necesidad de la Reconciliación;
  • por último, la presencia y la referencia constante a la Madre del Salvador y de la Iglesia, María, Inmaculada y Auxiliadora.
Oración y estilo de oración en Don Bosco
Debido a la actividad continua y variada de Don Bosco, no se puede eludir una pregunta: "¿Podrá rezar Don Bosco?" Tal ritmo de vida no podrá dejar tiempo para la oración "formal", explícita (rezar). Esta actitud creó no poco escándalo en una época en la que bastantes consideraban que el trabajo era tiempo restado a la oración. La "oración rezada" reclama suspensión de toda actividad externa, concentración, recogimiento, lugar y tiempo apropiados; cosas que, en una vida dominada por la acción, como la de Don Bosco, parecen totalmente imposibles... Su Causa de Beatificación tuvo que hacer frente a esta objeción: "¿Cuándo rezaba Don Bosco?", objetó el Promotor de la fe. Ciertamente, Don Bosco había rezado, pero parecía que no lo suficiente. Se alejaba del modelo tradicional de los demás santos. En realidad, Don Bosco no dedicaba largos ratos, como hacían otros, a la meditación. Pero tener un modo propio de oración no es lo mismo que rezar o rezar demasiado poco. Sin duda, Don Bosco fue un "hombre de oración" y de altísima contemplación: se puede decir que rezaba siempre, en la calle, en los viajes, en su habitación. Siempre estaba en la presencia de Dios, según todos los testigos. Por eso, la respuesta a la objeción del Proceso fue rápida y contundente: "Y ¿cuándo no rezaba Don Bosco?".

En cualquier momento que se le pidiera consejo espiritual, lo tenía a punto, "como si saliese, en aquel momento, de conversar con Dios". Cuando rezaba, `parecía un ángel", en opinión de sus jóvenes, y el que estaba cerca de él no podía por menos de rezar también. Otras veces, lo chicos del Oratorio afirman: "Parece que ve a nuestro Señor...".

La oración de Don Bosco toma cuerpo en lo que él llama prácticas de piedad: oraciones y actos de piedad, confesión frecuente y comunión, retiros, Ejercicios... Son las que él llama las "prácticas del buen cristiano". Pero, debido a la vida activa y, por tanto, a la falta de tiempo para demasiadas prácticas de piedad en común, Don Bosco recomienda a los suyos, para la oración personal, oraciones breves o "jaculatorias". "Las jaculatorias recogen brevemente la oración vocal y mental, salen del corazón y van a Dios. Son dar-dos inflamados que envían a Dios los afectos del corazón y hieren a los enemigos del alma, las tentaciones y los vicios". Podrán sustituir a la meditación, cuando no puede hacerse, les aclara a los religiosos salesianos.

Acción y contemplación, trabajo y oración no son sino dos momentos del mismo amor de caridad, que da consistencia y unidad a la vida. Entre oración y trabajo se produce una relación perfecta de identidad.
Sólo en este sentido se puede decir que el trabajo es oración. Don Bosco fue un trabajador formidable y un gran orante, con una oración íntima, sentida, sin grietas, oculta bajo un semblante sereno y un obrar espontáneo.

Una vida centrada en los Sacramentos y el apostolado
"El programa de vida cristiana apropiado a los jóvenes incluye la relación personal con Dios y el compromiso apostólico. Cristo ha de ser conocido y amado como un amigo vivo, presente en la vida de cada día. En concreto, Don Bosco enseñaba a los jóvenes a hacer la experiencia del encuentro con el Cristo que salva, sobre todo mediante los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación.
Estos dos sacramentos, vividos como experiencias de fe, son la base de la vida espiritual y de la creatividad apostólica. La Eucaristía es el memorial del amor de Dios a los hombres, manifestado en Cristo muerto y resucitado,- y, al mismo tiempo, una invitación constante a la comunión con El. El sacramento de la Reconciliación es expresión de la misericordia de Dios, infinitamente más grande que los pecados de los hombres.

Asumir el compromiso apostolico
Don Bosco invitaba a los jóvenes a asumir un compromiso apostólico, a ser apóstoles de las personas en los ambientes donde vivían, como fruto de la vivencia de su fe. En la biografía de Santo Domingo Savio escribe lo siguiente:
"La primera cosa que le aconsejé para hacerse santo fue que se esforzara por ganar almas para Dios, porque no hay cosa más santa en este mundo que el cooperar con Dios a la salvación de los hombres. Por ellos Jesucristo derramó hasta la última gota de su preciosísima sangre"
Para Don Bosco, el compromiso apostólico de los jóvenes, corno una manera de servir a los compañeros y amigos, y de colaborar en la expansión del Reino de Dios, era el signo más elocuente de una vida de fe auténtica"